Paraíso perdido
Ni mucho menos tanto placer en el paraíso
BORA BORA: Corales afilados y café caro.
SvD visitaTahití y las Islas Marquesas y peregrina a las tumbas de Paul Gauguin y Jacques Brel. El escritor Peter Hanneberg se pregunta si el paraíso que la publicidad turística irradia es real o perdido.
En el Cimetière Calvaire en Atuona en la isla de Hiva’Oa alguien ha colocado una piedra redonda blanca con un corazón rojo pintado en la tumba de Paul Gauguin. Algunas flores blancas de tiare (Gardenia taitensis) están también escasamente dispersas en su sencillo lugar de descanso de roca de lava marrón-negro.
La lava simboliza la naturaleza desenfrenada y conserva una áspera gloria de salvajismo sobre Gauguin. También lo hace la copia del salvaje Oviri, la loca mezcla de humano y animal de Gauguin. Por propio deseo del artista vigila la escultura de piedra al pie de su tumba.
El ‘artista-genio’ Paul Gauguin era él mismo un salvaje que huyó “de la Europa sucia” en 1891 a Tahití. Más tarde, no fue tampoco Tahití un paraíso para él. Huyó en 1899 a Hiva Oa en las Marquesas, a 1 500 km al norte de Tahití. Después de sólo cuatro años, en 1903, murió enfermo, pobre y mal entendido, sin llegar ni siquiera a los 55 años de edad.
A 30 metros de la tumba de Gauguin, me quito el sombrero otra vez en honor del artista cantante belga Jacques Brel. A diferencia de Gauguin era Brel rico, popular y una ‘mierda feliz’ que a todo el mundo le gustaba. Pero el hombre nunca está satisfecho. Este reconocimiento y esta atención que Gauguin de buena gana hubiera gustado tener, fue paradójicamente la causa de la fuga de Brel.
Durante su navegación alrededor del mundo ancló Brel en 1975 en la isla que su admirado “Paulo” había elegido – y se quedó para siempre. También él obtuvo sólo tres años en Hiva Oa, donde fue enterrado después de su muerte por cáncer en 1978, con sólo 48 años de edad.
Los dos famosos europeos son las principales atracciones de Hiva Oa y todo el archipiélago para los turistas. De esta manera dejaron indirectamente un legado a las islas Marquesas, con efecto económico prolongado.
Las islas Marquesas siguen siendo la región menos desarrollada en la Polinesia Francesa y necesitan todas las subvenciones.
Los destinos de Gauguin y Brel llegaron a parecerse entre sí. Con sus diferentes orígenes buscaban lo mismo. Tranquilidad, armonía interior, inspiración. Buscaban el paraíso virgen donde las personas viven cerca de la naturaleza y no ‘persiguen alrededor’ en complicados juegos de poder. Pero ¿encontraron lo que buscaban? Ambos murieron por enfermedad después de sólo algunos años en su paraíso recién descubierto y yo asocio sin buscar al clásico de Milton “Paradise Lost“.
La añoranza tras el paraíso es explotada ingeniosamente por la publicidad turística para atraer turistas a la Polinesia Francesa hoy. También nosotros hemos venido para durante un mes completo recopilar para los archivos de los recuerdos. Pero encontramos menos de lo que habíamos creído que nos haga pensar “paraíso”.
La palabra se ha convertido en un puro negocio/business. Las islas centrales, Islas de la Sociedad, proliferan de empresas que explotan todo lo que pueden de playas y lagunas. Han hecho que resulte carísimo para turistas el alojarse aquí. ¿Cómo va a ser entonces para los residentes locales?.
La publicidad tienta con fotos de playas brillantes. Es hermoso en la foto y aparenta por eso asequible, después de todo. Pero sobre el terreno nos quedamos asombrados al contrario de que muchas playas son punzantes y desagradables. Trozos de coral y viruta marina duelen como piedras afiladas en las plantas sensibles de los pies. Debe ser el motivo de que veamos playas ‘desertadas’ pero bien concurridas piscinas. ¿Se puede hablar de paraíso cuando los clientes prefieren nadar en las elegantes piscinas de los hoteles de lujo en lugar de en las playas?
La famosa Bora Bora es impresionante, con sus montañas puntiagudas rodeadas por una hermosa laguna. La belleza natural ha llevado sin embargo a que los hoteles estén apiñados, muy apretados (leer como sardinas en lata). Empezamos a entender el trasfondo del término “Islas Canarias del Mar del Sur“.
Pero no hemos visto todas las playas. Tal vez tenemos sólo mala suerte cuando también en Bora Bora vamos a parar en playas que sobre todo hacen daño debajo de los pies. Apenas nadamos en el mar, a excepción de en la isla de Taha’a y un muy bonito tour de ‘snorkeling’ con alimentación de rayas y tiburones.
Ya en los primeros cinco días enTahití y Moorea hace (leer consigue) la mayor cadena de hoteles de la colonia Inter-Continental que nuestra llama esperanzadora de paraíso ondee tacañamente.
Un hotel de cuatro estrellas que no tiene ni botellas de agua en la habitación, pero cobran por todo. Los pensamientos van a Ryanair. Incluso por un pequeño vaso de plástico de café agrio de una máquina en el ‘centro business’ quieren siete coronas, a pesar de que pago para trabajar en el centro*.
Y en los caros bungalows de playa en Moorea tenemos que ponernos las ‘sandalias de Jesús’ para poder andar en la punzante playa abajo al agua. Las medidas ambientales que se usan en el marketing de la cadena hotelera son reacios a mostrarnos, a pesar de nuestro pronunciado interés, lo que nos hace aún más sospechosos. Después de cinco noches nos damos cuenta de que estamos en una grosera industria hotelera y no en la rutina armónica de generosidad paradisíaca y la alegría de vivir que la seductora publicidad irradia.
Si es el paraíso lo que se busca será más barato mirar más cerca de casa. Al mismo tiempo hay evidentemente muchas cosas bonitas para ver y experimentar, incluso en islas densamente pobladas como Tahití. Tanto Tahití como Bora Bora son imágenes mentales del dramático paisaje insular de Polinesia. Los paisajes son magníficos. Las islas volcánicas surgen del mar, verdes, escarpadas y fascinantes.
Pero todas son derrotadas por la belleza salvaje de las islas Marquesas. También han sobrevivido a la grande explotación turística. En la Polinesia Francesa es sin duda a las Marquesas a donde hay que viajar, no sólo por la historia de Paul Gauguin y Jacques Brel, sino por experimentar una más tranquila y genuina cultura y naturaleza. [Inte så mycket njutning i paradiset – Svenska Dagbladet]