PERU – Iquitos
Iquitos, en Perú, añora la pasada riqueza del caucho y tienta a los turistas
Hubo un tiempo ya lejano en que este lugar, en medio de la selva y al que solo se puede llegar por barco o avión, era un hervidero de riqueza. Hoy aquello es historia y los pobladores actuales solo conocen las leyendas.
El lugar es Iquitos, y la historia está ligada al caucho y al Amazonas, por donde llegaban los grandes barcos desde el Atlántico. Fue un periodo de esplendor que dejó un carácter particular a la ciudad y algunos edificios emblemáticos de inspiración art nouveau, hoy convertidos en cuarteles o bazares, como el Hotel Palace o la Casa de Fierro/Casa de Hierro) cuyo diseño se atribuye al taller de Eiffel.
La competencia de Malasia -en lo que se dice que fue el primer caso de biopiratería industrial- y más tarde el plástico acabaron con la prosperidad de esta ciudad, donde, por cambiar, ha cambiado hasta la panorámica.
El decadente malecón Tarapacá, por donde se precipitan los mototaxis (hay 24.000), se asoma hoy al río Itaya, un brazo que dejó el caprichoso Amazonas cuando hace 20 años modificó su curso y se alejó de la ciudad unas cuantas millas.
Aquel auge de comienzos del siglo XX, que condujo hasta Iquitos a personajes míticos como el excéntrico Fitzcarraldo, vuelve a configurarse en la imaginación de los peruanos, que han recibido con júbilo la calificación de la Amazonia como una de las siete maravillas naturales del mundo. La Amazonia se extiende por Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana, Guayana Francesa y Surinam); pero ha sido Perú, donde nace y crece el Amazonas, el que más ha hecho por recibir el galardón, que se suma al de Machu Picchu. La concesión de ese título supuso un acontecimiento en esta ciudad bulliciosa y desordenada que, posiblemente por eso, resulta imprescindible.
En el Departamento de Loreto, con una superficie similar a Francia y tres millones de habitantes, lo llevan con orgullo. Se espera que la afluencia de turistas, ahora unos 250.000 al año, se multiplique de forma exponencial, y con ella, la entrada de divisas.
Serán unos recursos muy bien recibidos para financiar las mejoras de las infraestructuras de Iquitos, una ciudad que ha duplicado su población hasta los 600.000 habitantes en muy pocos años.
Gran parte de los vecinos se hacinan en el populoso barrio de Belén, donde cuelgan los palafitos, se tambalean con desconcierto las casas flotantes y se vive al ritmo de las enormes subidas y bajadas del caudal.
Llegaron en busca de una vida distinta, pero las condiciones de salubridad e higiene no son precisamente mejores que las que tenían en los poblados. El río amarronado sirve para todo: la gente pesca, bebe, se ducha… y sobre el río flotan estrechos cubículos retrete con un agujero como desagüe. Y, mientras, el agua limpia de la estación depuradora, realizada con dinero de la cooperación española, se utiliza, según los guías, para lavar la ropa. No extraña que la mortalidad infantil alcance cifras extremas que nadie se atreve a cuantificar por vergüenza o desconocimiento. Por encima del río y esparcido por varias calles, el mercado es un crisol de olores y colores, con algunas ofertas culinarias exóticas (gusanos, lagarto, mono, pez gato…).
Aguas arriba, la cuenca es una red de afluentes que van a parar al Marañón y el Ucayali, nombre que recibe el Amazonas desde su nacimiento hasta Iquitos. Aquí se juntan y recibe el nombre que le ha dado fama. En medio de esos dos grandes ríos está la reserva nacional Pacaya Samiria, un espectacular territorio de 2,08 millones de hectáreas al que llaman “la selva de los espejos”.
Solo se puede visitar en viajes concertados. En sus cochas de aguas negras abundan variadas especies de peces, como el pez gato o las pirañas, y escasean otras, como el paiche, el pez más grande de agua dulce, en peligro de extinción. También corren peligro el manatí (Trichechus) y el delfín rosado (Inia geoffrensis), que tiene uno de sus lugares preferidos en un antiguo meandro convertido en remanso de aguas cálidas junto al pueblo de Capitan Clavero, donde una multitud de jóvenes, alguna de belleza sorprendente, sale a remo en sus balsas bananeras cada vez que se acercan los turistas dos veces por semana. […] [MIGUEL ÁNGEL NOCEDA/Mototaxis en la selva en El Viajero de ELPAÍS.com]
Fotografía: Barcas en el río Itaya (Perú)
Libro rojo de especies en peligro, 1996